La importancia de los datos como fuente de riqueza potencialmente infinita o como herramienta para construir una democracia más transparente y participativa. La gran exposición de la temporada analiza qué hay de detrás de este tsunami informativo, de este mar de datos que nos envuelve.
Big Bang Data, Hablamos con Olga Subirós, co-comisaria junto a Jose Luis de Vicente de la exposición.
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El Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) y la Fundación Telefónica coproducen la primera gran exposición sobre el tema del Big Data en España, que cierra sus puertas este fin de semana en Barcelona. El 25 de febrero de 2015 llega a Madrid. Entrevistamos a Olga Subirós, co-comisaria junto a Jose Luis de Vicente de la exposición Big Bang Data.
Podría parecer que ahora todo es Big Data, y que el Big Data es un tesoro, fuente de riqueza ilimitada. Cómo explicarías de forma sencilla el significado de este término.
El término Big Data proviene del mundo anglosajón, su traducción sería: datos masivos. La producción de datos en cantidades masivas es uno de los hechos fundamentales de nuestro tiempo. Mientras que en los últimos quince años el coste de almacenar información digital ha disminuido enormemente, el número de dispositivos que captan, producen, procesan y transmiten datos se ha multiplicado de manera exponencial. Tener acceso a más datos no es sólo una cuestión de volumen; a partir de un umbral determinado, es posible hacer las cosas de otra manera. Las inmensas masas de información que producen las organizaciones científicas, empresariales y gubernamentales contienen grandes bolsas de conocimiento valioso que pueden ser capturadas si aprendemos a detectarlas, extraerlas y leerlas, es decir, a procesarlas, visualizarlas y analizarlas.
¿De dónde proviene toda esa información? ¿De dónde salen esas cantidades astronómicas de datos? Parecería que el punto de inflexión en la generación masiva de datos ha sido la democratización de los dispositivos móviles y la utilización masiva de las redes sociales. ¿Es así?
Hasta hace una década, la gran mayoría de los datos producidos en el mundo eran resultado de procesos científicos, industriales y administrativos. Pero la explosión de las tecnologías móviles y la popularización de los servicios sociales de la Web 2.0 han cambiado esto de una manera radical: hoy en día el principal agente de la explosión de datos es la actividad cotidiana de millones de ciudadanos.
Cada dos días creamos tanta información como lo hicimos desde el principio de los tiempos hasta el año 2003. Ya sea haciendo búsquedas en Google, subiendo vídeos en Youtube, actualizando Twitter o aceptando solicitudes en Facebook, nuestras acciones producen huellas digitales en las que quedan capturados nuestros deseos, nuestros miedos y nuestras esperanzas.
En nuestra exposición Big Bang Data precisamente hacemos el ejercicio de hacer consciente este hecho: presentamos físicamente la cantidad big data de fotografías que se “suben” diariamente en Flickr: más de un millón.
Y ¿qué muestran en realidad todos esos datos? ¿Somos los datos que generamos?
Las plataformas sociales de Internet construyen un perfil extremadamente detallado de nuestras preferencias y nos convierten en un producto. Nuestros datos son la mercancía con la que comercian los gestores de información y un componente esencial del modelo económico que sirve de soporte a Internet.
¿Cuáles son las aplicaciones más habituales, más inmediatas del Big Data?
La revolución de los datos masivos ha supuesto un conjunto de nuevas metodologías, de nuevas técnicas de análisis y gestión de la información, así como profesiones emergentes: del data scientist al analista de datos y el experto en visualización de la información.
El lado oscuro del Big Data: cómo hacer compatible el uso de esos datos personales que pululan por la red por parte de ciertas empresas (dedicadas a este menester) con el derecho a la privacidad, con la pérdida del control de la información personal por parte del usuario. ¿Hemos de ser recelosos y tener miedo o es suficiente con que seamos precavidos?
Cada vez que aceptamos los terms and conditions de alguna aplicación estamos aceptando ceder parte de nuestros datos. En algunos casos lo hacemos de manera consciente, en otros lo aceptamos perdidos en la letra pequeña, y en ocasiones agradecidos por por la “gratuidad” de los servicios que nos ofrecen.
Leo con frecuencia que en el análisis de esas montañas de datos, en su procesamiento y análisis, puede radicar también grandes cambios sociales. Me interesa esta variable transformación en el terreno político.
Se han hecho predicciones que dicen que en 2020 tendremos 50 veces almacenada la información que tenemos hoy. Del fútbol profesional a los estudios literarios o la prevención del crimen, en la actualidad son innumerables los ámbitos del conocimiento que se ven transformados profundamente por el acceso a grandes conjuntos de datos. Las metodologías de la ciencia de los datos se van abriendo paso en múltiples disciplinas y crean dominios especializados, con nuevos perfiles profesionales.
Así, hoy en la planificación urbanística se habla de tecnologías inteligentes (smart city); en la prensa, de periodismo de datos, y en los departamentos de historia, de humanidades digitales.
La primera oleada de productos basados en datos (data-driven) genera, además, tensiones y grietas en las industrias respectivas, como ocurre con los polémicos servicios de análisis genómico personalizados.
¿Cuál era vuestro objetivo con la expo, con todo el proyecto Big Bang Data? ¿Qué queríais contar al público? Un público entiendo que diverso e interesado, en su mayoría, por el arte contemporáneo, la cultura y las transformaciones sociales. ¿Objetivo alcanzado? ¿Estáis satisfechos?
El CCCB abre en la planta tercera un espacio central para proyectos expositivos que tratan de manera integrada la cultura del siglo XXI y las grandes transformaciones de la era digital.
Big Bang Data es la primera de esta serie de propuestas que abordan las zonas de fricción que estos cambios conllevan: desde la ciencia, la innovación tecnológica y social, los retos políticos, económicos y culturales.
El espacio expositivo es a la vez una plataforma de encuentro y debate en torno a este tema de máxima actualidad, que acoge talleres, hackaton, programas educativos y encuentros de comunidades locales e internacionales.
Las actividades se llenan. En primavera llevamos la exhibición al Espacio Fundación Telefónica en Madrid. Y ya tenemos peticiones de itinerancias internacionales.
Los datos son poder. “Como el gobierno nunca sabe a quién va a querer escrutar, recopila, almacena y garantiza el acceso a la información, no necesariamente para vigilar a todo el mundo todo el tiempo, sino que para cuando alguien caiga bajo sospecha, se hallen en condiciones de investigar de inmediato en vez de tener que empezar a reunir información desde cero”, escriben los autores del libro Big Data (Turner, 2013). Escalofría, ¿no? ¿Y esto es tendencia en todo el mundo civilizado conocido?
La recogida sistemática de datos sobre nuestra vida personal es uno de los factores que hacen posible el estado de vigilancia masiva revelado por las filtraciones de Edward Snowden.
Creo que en esta era Post-Snowden ya empezamos a ser conscientes de que todo lo que hacemos en Internet deja rastro. La regulación es una vía y así lo ha sido debatiendo la Unión Europea. La encriptación otra. Big Bang Data ofrece al visitante una revista a modo de manual de autodefensa electrónica.
El panel de las Naciones Unidas sobre la Agenda Post- 2015 concluyó que para poder alcanzar esos denostados Objetivos del Milenio necesitamos una “revolución de los datos”. Parece que también Naciones Unidas es consciente de esta revolución de los grandes datos, y de los beneficios que un provechoso análisis puede otorgarnos en el futuro, y para el desarrollo. ¿Crees que los gobiernos (el de España) incluirán en sus agendas este tipo de análisis y de herramientas? Igual se está haciendo ya…
Situar la cultura de los datos en el centro de la toma de decisiones y de nuestra manera de interpretar el mundo abre muchas posibilidades, pero también implica numerosos riesgos. El principal peligro del data centrismo es que fomente la idea de que en los datos está la respuesta a cualquier problema y que nuestra sociedad puede prescindir de mecanismos más imperfectos y desordenados, basados en la política y la negociación. Preservar valores como la subjetividad y la ambigüedad es especialmente importante en un momento en que es fácil pensar que todas las soluciones son computables y están situadas dentro de un servidor, almacenados en un Data Center.
Los ciudadanos tienen hoy un papel fundamental para determinar en qué tipo de sociedad de los datos viviremos. Se pueden resignar a ser consumidores pasivos y mercancía en manos de los que explotan su información, o ejercer su derecho a acceder a los datos que son de todos y utilizarlos.
Miles de administraciones de todo el mundo han promovido políticas de datos abiertos para mejorar sus niveles de transparencia y fomentar procesos de innovación ciudadana, con diferentes grados de éxito.
Además, hoy la ciudadanía está produciendo sus propios datos en paralelo a los canales oficiales. Diferentes plataformas colaborativas que hacen posibles nuevas formas de ciencia y nos permiten ser partícipes de experimentos colectivos.
¿Crees que el Big Data realmente tiene que importarnos?
Quisiéramos imaginar un futuro con proyectos fruto de un avance real en la transparencia y el acceso a la información; proyectos desarrollados con datos abiertos de empresas e instituciones públicas y privadas; proyectos con datos de participación ciudadana. Proyectos con datos como materia prima, datos para el bien común.
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