Cosas que tuvieron mucho éxito en su día pero que el tiempo ha demostrado que eran un bluf como Mario Conde, el ‘Código Da Vinci, los muffins o la Power Balance.
Gin tonic premium
Un país que, en su inmensa mayoría, bebía la ginebra con Coca-Cola, consideraba que ese destilado en concreto era propio de legionarios y alcohólicos –o las dos cosas a la vez- y en cuyos bares solo se podían encontrar, como mucho, cuatro marcas se convirtió de la noche a la mañana en una nación experta en el bebedizo derivado del enebro. De un día para otro se podía disfrutar de una cantidad ingente de marcas de gin de la más variopinta procedencia que, combinadas con agua tónica (también de las más locas procedencias…cuando un par de años antes solo teníamos a nuestro alcance la Finley y la Schweppes), hacían las delicias de unas personas que se convirtieron en predicadores y connosieurs del combinado. La copita habitual, en el disco pub habitual, ahora costaba entre 3 y 4 euros más y se podía tomar en formato “ensaladilla rusa”. Es decir: echándole cualquier cosa que sonara bien como frambuesas –a precio de caviar iraní- o especias como la pimienta rosa. Resultado: gente evidentemente resacosa y con el hígado hinchado como una rata explicándote con aliento infernal que si la difunta Reina Madre había durado 100 añazos era porque se tomaba un Gordon´s con tónica en ayunas todas las mañanas. Ahora la moda de la Ginebra Premium ha sido desplazada por la de la cerveza artesanal. Otro melón que abriremos cuando estalle la burbuja y que nos pone los pelos de punta. No porque no nos guste la birra si no porque vemos a demasiada gente que se ha dejado barba y lleva camisas de franela cantando las delicias del zumo de cebada cantando sus virtudes con gesto de acabar de llegar de cortar pinos con hacha del Kodiak. España, basta.
Pulseras Power Balance
Según sus fabricantes la pulsera Power Balance ayuda al sistema nervioso y favorece la elasticidad y el equilibrio. No somos médicos y no somos deportistas así que es posible. Ya, ya sabemos que la Power Balance la puedes llevar si no eres deportista. Recuerda que el hermano pequeño de tu madre, el solterón que va todos los años de viaje a República Dominicana, también la llevaba y aseguraba que, tras beberse los cinco gin tonics premium de todos los días, se tropezaba menos. Nosotros somos reacios a las modernidades y creemos que llevar una Power Balance es desafiar a la naturaleza que es torpe y nos ha tratado de una forma que cualquiera pensaría que tiene fines extirpatorios. Total, la Power Balance todavía es motivo de controversia y pasó de ser el adminículo preferido y más recomendado por los entrenadores personales de los gimnasios –los mismos que recomiendan los ciclos- a convertirse un poco en una pulsera que, socialmente, denotaba cierta inocencia. Que nadie se sienta mal: el camino hacia el tono muscular idóneo está asfaltado de buenas intenciones y rodeado por izquierda y por derecha de todo tipo de trampas. Ya en los 80 unos avispados empresarios patrios lanzaron al mercado la pulsera RayMa que consistía en una pieza de metal abierta rematada por los dos lados con dos bolonchos cargados con energía magnética que, se aseguraba, curaban el reuma y todas las dolencias musculares.
Bayas de Goji
No te dejes engañar por su aspecto de caca de roedor y que no te eche para atrás su sabor raro. Ya, puede parecer que la combinación de mala pinta y retrogusto a derrota del paladar no es una combinación ganadora pero nada más lejos de la realidad. Según sus fans las bayas de Goji lo curan todo y son uno de los alimentos preferidos de los habitantes del Himalaya y el Tibet que, como todo el mundo sabe, son una gente muy espiritual que, a pesar de que beben té mezclado con grasa de yak, saben de gastronomía un rato. La burbuja de las dichosas bayas rojizas comenzó allá por el comienzo de esta década y se convirtió, al instante, en un fenómeno transversal que, como los emplastos de mostaza, estaba indicado para cualquier enfermedad o dolencia desde el reuma hasta la pasividad sexual. Da igual que ninguno de los efectos puedan ser comprobados porque tienes que ser uno con el universo y seguir, en todo momento, las directrices del matrimonio que lleva el herbolario. Esos que llevan ropa de lana que se hacen ellos mismo, hacen nudismo en la terraza de casa y huelen un poquitín a porro. ¿Cómo van a equivocarse esas buenas personas? ¿Qué mal te va a hacer masticar unas cuantas bayas chinas deshidratadas?
Los segways
A Dean Kamen le debemos el invento de este curioso transporte de dos ruedas que, antes de salir al mercado, aseguró sería tan revolucionario que las ciudades comenzarían a construirse teniendo en cuenta el especial diseño de este ingenio. El anuncio de Kamen provocó tal interés que, bueno, cuando todo el mundo vio lo que era en realidad hubo un poco de bajona. Su alto precio y su forma de conducción hizo que el Segway quedara relegado, un poco, al campo de la gente que necesita molar pensando que vive en el futuro. Como es un nicho de mercado un tanto reducido pues el mayor sector consumidor de segways es el del entretenimiento y, más concretamente, el del turismo. No hay nada más gracioso que ir al extranjero y, por flipar, alquilar un segway, que te den una acelerada clase de conducción y estamparlo contra el primer chaflán de Londres o caer a los canales de Amsterdam. También hemos visto policías locales subidos en estos ingenios (no nos podemos imaginar lo que debe de ser para un delincuente ser detenido por un agente que va en segway) y vigilantes jurados de centros comerciales de postín que refuerzan su imagen de policías falsos viajando por los pasillos en vehículos de un poco probable futuro. Para acabar de rematar la jugada el empresario que adquirió la patente para la fabricación del segway, James Hedelsen, murió en un accidente de segway cuando perdió el control del aparato y acabó despeñándose.
‘Perdidos’
Las caritas de decepción tras el final del último episodio de la serie de J.J. Abrams, Jeffrey Lieber y Damon Lindelof fueron el anuncio de que la fidelidad a prueba de balas de los fans había sido traicionada por un final soso y previsible. Del 4 de Abril de 2005 al 24 de mayo de 2010 estuvo ‘Perdidos’ en antena. 117 episodios más unos cuantos “webisodios” después, después de que corrieran los ríos de tinta, se ocuparan varios servidores de datos repletos de especulaciones y discusiones la cosa terminaba con un petardazo histórico que convirtió a la, entonces, “mejor serie de la historia” en una pérdida de tiempo. De la pasión argentina al odio africano en cuestión de minutos. Seamos serios. El remate de la serie solo fue la gota que colmó el vaso de una serie que ya era un cadáver viviente en su desesperanzadora última temporada. Una caída irremediable en el vacío con dirección al despachurre final que se convirtió en un compendio del mal principal de la serie: estar construida a través de tramas y no tener ninguna historia de trasfondo. Cuando sus creadores llegaron al final quisieron revelar cuál era la historia, cuál era la excusa, de todo aquello y no dieron con una idea mejor que todas las grandes ideas, que por sí solas, podrían haber sido la excusa para hacer una serie y que aquí se usaron como tramas irresueltas que hubo que ir rematando a toda prisa. Se puede decir que aumentó la apuesta por ver quién la soltaba más gorda hasta que no hubo manera de inventarse algo mejor que lo que había. No se sientan mal, la tele es así.
Eurocopa
Vaya timo, maldita sea. No solo porque La Roja haya vuelto a casa antes de tiempo en una nube de escándalos y malas caras eliminados por unos verdugos con mal ganar como son los futbolistas italianos es que está siendo la competición más aburrida que uno podría imaginar y da la razón a los detractores estadounidenses del fútbol que dicen que eso no es un deporte, que eso es solo correr. Cerocerismo propio de los tiempos de Maguregui, estrellas que no acaban de petarlo –excepto Gareth Bale- y, en las calles, cientos de ultras de diversos países citándose para romperse la cara y orinarse en el mobiliario urbano. Por si fuera poco hemos descubierto que hay ultras rusos que hacen correr a los antes temibles hooligans ingleses lo que, lejos de tranquilizarnos, nos preocupa un poco más. ¿Qué leches te pasa, Europa? ¿Qué pasa contigo, fútbol? Es todo un dislate y da la sensación de que solo juegan países que no existen en realidad como Islandia. Tampoco es que esté ayudando mucho que la cadena de TV que tiene los derechos de la competición la esté emitiendo con cuentagotas porque tiene que poner programas de cotilleo. Total, preferimos ver una competición de mus.
Muffins
Hagan la prueba que es muy reveladora. Levántense en una reunión de familiares y amigos y digan que los muffins son lo mismo que las magdalenas. No se olviden de ponerse el casco porque recibirán una buena tunda por haber dicho semejante cosa. Lo primero que te dicen es que el muffin es más gordo. Bueno, vale, pues el muffin es una magdalena gorda o, si lo quieren, una magdalena King Size. Por lo demás el sabor y la composición es casi la misma. Sin más. La diferencia, a nuestro entender, es que si vendes magdalenas no las puedes vender a 3 pavos la pieza y, ahí está la ventaja, no tienes que tener una tienda que parece decorada por una persona con problemas de madurez. Al menos no hay que esconderse y abusar de los papeles pintados de color rosa y estampados no aptos para epilépsicos, ni abusar del mobiliario rococó. Las magdalenas pueden venderse en una panadería pastelería tradicional que regente una señora con un mandil. De hecho nos hemos hecho muchas veces la pregunta de cuál sería la reacción del personal si a alguien le diera por vender magdalenas gordas en uno de estos establecimientos. Estamos seguros de que alguien intentaría prenderle fuego al local al grito de “¡Usted no vende muffins! ¡Eso son magdalenas!”. Por cierto: las tostadas francesas son torrijas de toda la vida. Vivid con ello.
Mario Conde
Con prespectiva. Vamos a reconocerlo. Mario Conde siempre tuvo pinta de ser una persona que, tarde o temprano, iba a tener problemas con la justicia. Trajes entallados, pelo tenso y engominado, gestos secos, tono sentencioso al hablar…se puede decir que Mario Conde normalizó lo de ser un hortera con pasta. No lo decimos nosotros solos, había gente de la nobleza española y de la banca que, rápidamente, le tachó de “nuevo rico” y se cabreó cuando el ex presidente de Banesto se paseaba por España dando lecciones de honestidad y economía, viajando en yate y echándose unas sevillanas muy sentidas porque, y esto es contrariante, no sabíamos del caso de un gallego al que le gustara tanto el flamenco.
En los 80 todo el mundo quería ser Mario Conde. Los muchachos que estudiaban económicas y empresariales le copiaban el look de gomina y chaquetita cruzada. Se hablaba como Mario Conde, se intentaba vivir como Mario Conde y proliferaron las tabernas andaluzas falsas por doquier. Conde, seguramente, fue uno de los primeros españoles en quitarse de encima la idea de que mostrar que te va bien es un detalle de mala educación. Tras la aparición en la escena pública del ex banquero a todo el mundo le pareció que no había nada malo en comprarse un coche, una vivienda o un traje que tendría que sudar para pagar. Si es que podía. Tranquilos los fans de Conde porque él tampoco ha podido pagar las deudas que ha contraído aquí y allá y, posiblemente, en los meses posteriores tampoco el ritmo de vida que tiene. Así es el capitalismo y volar demasiado cerca del sol como Ícaro. Esto es algo que le gusta mucho repetir a Mario Conde, que es un personaje demasiado bueno como para encajar en nuestro tejido bancario y empresarial. Hasta hace poco había gente que se lo creía, después de su última detención a lo mejor unas pocas menos.
‘El Código Da Vinci’
Uno de los fenómenos culturales más notables de los últimos años, por lo menos, en lo que a venta de libros se refiere. Las cifras son apabullantes: 80 millones de libros vendidos en todo el mundo. Añádanle la adaptación cinematográfica protagonizada por Tom Hanks que recaudo 758 millones de dólares. Hubo un tiempo en que no había nadie que, tras dos cervezas y medio porro, no te diera la brasa con ‘El Código Da Vinci’ y las terribles revelaciones que ahí se hacían sobre la naturaleza de la Iglesia y el culto a Jesucristo. Te daban muchas ganas de liarte a palos, la verdad. Que si Jesucristo no murió en la cruz, tío; que si es todo un TI-MA-ZO del Vaticano, colega; que si la Sábana Santa; que si los masones; que si Jesucristo estuvo liado con María Magdalena…¿Me quieres dejar en paz y dejar de comentar la vida sexual de la gente, por favor?
En fin, está por ver como es posible que un libro tan pobremente escrito y con tantas meteduras de pata históricas se convirtiera en un éxito editorial de tales características y, sobre todo, que provocara tantas controversias alrededor de un tema tan árido como la teología. Mucho peor fueron los subproductos que trajo detrás como todos aquellos libros sobre LAS CLAVES DE EL CODIGO DA VINCI donde, básicamente incidían en las paridas que contaba el libro y daban pábulo a todas las chorradas imaginables y, claro está, todos esas ficciones en forma de falso documental con la que nos regalaron.