Los dos primeros episodios de esta nueva temporada de ‘Twin Peaks‘ son una celebración de ‘lo Lynch’, de ‘lo Lyncheano’ si quieren. Un homenaje al blanco y negro de ‘Cabeza borradora’ y un “es el mismo protagonista pero no es el mismo protagonista” de ‘Carretera Perdida’ (sin llegar, todavía, al hecho de que en dicha película, simplemente, el recurso es cambiar de protagonista casi a la mitad de la película) en el que el Agente Cooper aparece en otro, y chocante, escenario y con un aspecto bien diferente nos auguran una de esas obras de David Lynch en la que nos deja con la duda de saber si se está mirando el ombligo –ese ombligo profundo y abisal- o si, simplemente, es un genio no incomprendido si no un genio que no quiere hacerse comprender. No falta ese gusto por lo sórdido que siempre ha desplegado el autor y que nos llevará indefectiblemente a ‘Terciopelo azul’ y ‘Corazón salvaje’, esa celebración pasivo-agresiva de todo lo chungo personificado por monigotes diabólicos que parecen estéticamente congelados en el tiempo. ¿Se acuerdan de los detalles inacabados de ‘Mullholland Drive’ que, uno a uno, no querían decir nada pero que, al final, encajaban en forma de pesadilla? Pues también están presentes en esta nueva entrega de ‘Twin Peaks’ que, en el fondo, nunca dejó de ser un puzzle disfuncional sobre diversas formas de maldad que, como otras obras de vanguardia, podía montarse de diversas formas y siempre tenía el significado que uno quisiera darle por encima de la interpretación del propio Lynch.
Del estético rojo (un color que, cuando aparece en una peli de Lynch, avisa al espectador de que está frente a una imagen onírica que tiene que separar de la realidad) se ha pasado al negro. Esta ‘Twin Peaks’ es más violenta, más sórdida y, bueno, más televisión actual. Mark Frost y David Lynch saben que tienen un margen mayor en ese sentido que el que tenían en 1990. Sorprende, sin embargo, es que hayan optado por el mismo grafismo de los títulos de crédito y que, pese a haber renunciado a la primera idea de rodar en el formato de 35mm original, se haya inclinado por rodar en digital pero manteniendo la fotografía y el aspecto visual de la original y hacer así que las dos primeras temporadas y esta nueva sean una continuación.
No contaremos mucho, por no caer en el cochino spoiler, pero la sensación general es que la mezcla de personajes originales y de personajes nuevos, la necesidad de integrar nuevas tramas ha funcionado bien. Es decir, encontrarse con ‘Twin Peaks’ después de 27 años (dos más de los que auguraba el fantasma de Laura Palmer) es como encontrarse con un viejo amigo al que la vida ha tratado bien, que en el fondo sigue siendo el mismo pero que ha sufrido cambios vitales. Lynch, buen narrador cuando se pone en modo narrador convencional, no está dispuesto a que su obra de culto, una de las pocas que hasta la venida de la explosión de las series de TV, podía tener semejante etiqueta antes solo relacionada con el cine –donde ya tiene varias obras de culto, alguna obra maestra y algún que otro batacazo sonado remezclado con trabajos que estarían mejor siendo exhibidos en un museo que en una sala de cine o a través de un televisor convencional- pase por ser algo convencional. Es posible que, a nosotros los míseros mortales, nos gusten las historias que tienen un planteamiento, un nudo y un desenlace pero Lynch exige de nosotros más atención, no atenernos a la norma o, si quieren, nos entrega las piezas para que formemos el rompecabezas por nuestra cuenta.
No se puede decir que ‘Twin Peaks’ o David Lynch nos traten como idiotas. Lo importante, cuando se trata de una obra de este calibre, es entender que siempre hay algo de engañifa y precio inflado en la vanguardia pero también el valor incalculable de la innovación y de estar frente a una experiencia que no entrega concesiones. Se agradece que el dúo Lynch y Frost no hayan sido condescendientes, que hayan querido remozar su obra de una manera más que solvente y que la hayan devuelto al siglo XXI. Comprobaremos si, en todos estos años, han hecho examen de conciencia y hayan arreglado algunos de los dislates de la entrega original. Por ahora, lo que hemos visto funciona mejor que funcionaba el original pero, aviso a navegantes, se perderán un poco si no han visto los capítulos de 1990.