Yo fui un monito de feria del Ateneo, la Escuela de Letras y la Fuentetaja con 12 años. Escribía, leía, me exhibían y aplaudían. Me gustaba la Fuentetaja y su ambiente trasnochado y decadente. Estaba lleno de dinosaurios que olían raro y conjugaban los verbos mal. Ponían todos sus esfuerzos en textos infumables llenos de melancolía y nostalgia barata pero eh, así eran felices, creyéndose un poco escritores durante un par de horas a la semana. Para mí era un juego más. Como el ‘Mario Kart’. Esto tenía que ser jodidamente frustrante para ellos. Y también estaba Vera. VERA. Me sacaba más de 10 años y era pelirroja como yo. Pero no pelirroja sucia, era pelirroja zanahoria de verdad. Le flipaba Lucía Etxebarría. Era sexi, arrogante, impertinente y completamente imbécil. La odiaba. Quería ser ella. La quería a ella. Besarla. Olerle el pelo. Abofetearla. Un día Vera ya no apareció más. ¿Qué estará escribiendo ahora Vera? ¿Será madre? ¿Madre y (sex)tuitera? ¿Estará muerta? ¿Dónde estás, Vera? Poco después dejé de escribir. ¿Por qué? Porque sí. Porque me crecieron las tetas. Porque Raúl Cuevas me pidió salir en la Granja Escuela donde bailamos el ‘Wannabe’ de las Spice Girls delante del director del colegio y yo hacía de Geri y le dije “mira, no” y él se fue con mi amiga Eva, pero ya no hubo manera de parar el mecanismo “Danger! High Voltage” de mi cabeza…Menos mal que luego llegó Internet.
[ Imagen: Óleo sobre lienzo de Borja Bonafuente ‘Azul Pero Rosa’ ]