La cancelación de ‘Vinyl‘ nos ha dejado con cara de tontos en la redacción. Habíamos apostado fuerte por una serie que nos representaba musical y espiritualmente. A nosotros y a muchos otros tarambanas que nacimos en los 70 y nos criamos escuchando a The New York Dolls y a David Bowie (entre otros). No vamos a llorar porque ya estamos llorando. Hemos cerrado los puños, los hemos alzado al cielo. Nadie nos ha hecho caso. Lo normal.
Para este humilde servidor de ustedes ‘Vinyl’ tenía muchas de las cosas que le gustan en esta vida: Scorsese, Mick Jagger, HBO, una narración coherente y bien construida, John Lennon haciendo el tonto, los ojos de Olivia Wild, Ray Romano, unos planos de cagarse, un concierto de los New York Dolls (no se pierdan el documental ‘New York Doll‘, es importante que lo vean), cachondeo, desorden mental, Lou Reed, The Factory y, claro está, la presencia inconmensurable (dramática, física y espiritual) del actor que está llamado a sustituir a Bobby de Niro y a Al Pacino, el maravilloso Bobby Cannavale. ¿Hay un actor que mole más? No. Cannavale es un todo, por intemporal. Te aprieta duro ahí, donde tiene que apretarte duro. Siempre está bien. Puede parecer fuerte y débil a la vez. Puede parecer un dechado de virtudes o un manojo de desastres. ¿Es un actor para estos tiempos? No dudamos de su grandeza, sí del actual estado de las cosas. A saber: se producen muy pocas películas interesantes para un tipo de las características de Cannavale. En tiempos en los que faltan buenas historias y sobran adaptaciones de cómics de superhéroes (aquí pueden ustedes llamarme “pollavieja”, “desfasado” o acusarme de no saber por dónde van los tiros pero, perdonen ustedes, prefiero sacarme los ojos a volver a ver ‘Batman vs. Superman’ o a escuchar una justificación más sobre la dificultad intrínseca de adaptar un cómic al cine) quizás la salvación de Bobby sea que Malick lo reclame para un proyecto digno, que Coppola recupere la cordura o que Scorsese no se canse de llamarlo para su siguiente proyecto que, esperamos, interesante. Quizás Cannavale sea “demasiado étnico”. Quizás tener aspecto de latino (hispano, italiano, portugués) sea el nuevo “demasiado étnico” de Hollywood que ha apartado, durante tantos años, a actores negros de altísimo nivel de papeles de importancia.
Quizás la narrativa de ‘Vinyl’, la historia (de “no ficción”) de un mundo donde había más machismo, más racismo, más violencia y, descaradamente, la gente se drogaba más, follaba más y bebía más nos resulte completamente incomprensible en la actualidad. Seguramente el nivel de idiotez y desinformación era similar en aquellos tiempos pero, reconozcamos al menos a nuestros papás (bueno a los papás de sus amigos americanos que aquí estaban las cosas como estaban), que sabían divertirse mucho mejor y que el cinismo no estaba tan de moda. Dioses y monstruos diferentes. Décadas diferentes. Démosle la razón a Woody Allen cuando, en ‘Midnight in Paris’, nos decía aquello de que si vives en una década siempre añorarás una en la que no viviste alimentando así el mito continuo. Toleramos eso en ‘Mad Men’ que también era una serie extraña, protagonizada por gente extraña que vivía en un mundo extraño poblado por machistas insoportables, fumadores empedernidos y bebedores habituales que no sabían manejar sus sentimientos. Tiempos brillantes en algunas cosas pero marcados también por un racismo y una homofobia mucho más latente. Pero ‘Mad Men’ no es ‘Vinyl’ aunque solo sea porque la primera transcurría en un tiempo mucho menos cercano.
Se marcha la serie de la HBO, que nunca llegó a captar a los mínimos de audiencia de una cadena que tiene unos mínimos muy mínimos, entre rumores de que aquello no funcionaba entre sus responsables y que sus costes (100 millones de dólares en una sola temporada) iban a ser un lastre económico a no ser que se convirtiera en un éxito sin precedentes como ‘Seinfeld’. Un producto demasiado caro y demasiado alejado de la realidad como para llegar a ser rentable algún día. Mucho más en estos tiempos en que la batalla por el éxito televisivo es feroz y cada décima de audiencia se paga con sangre y despidos.
Por desgracia se le ha puesto precio a la grandeza. No lo esperábamos. Esperábamos que las cosas bonitas, caras y aparentemente superfluas como el rock and roll nunca fueran etiquetadas con un precio. A nosotros, y creo que hablo por más de uno de los que trabajan en esta casa, nos gusta el rock por ser bonito, superfluo, caro, enérgico, tonto y por habernos regalado tan buenos momentos. ‘Vinyl’ muere dejando tras de sí un bonito cadáver. Vivió rápido y murió joven. Como la carrera de los Pistols que ya jamás aparecerán en la serie de Scorsese. ‘Vinyl’, en la que habíamos depositado todas nuestras esperanzas, nace y palma en un año aciago para la música en la que hemos visto desfilar hacia la salida a muchas grandes estrellas. Quizás un día alguien haga como Don McLean en ‘American Pie’ y le cante una canción recordando el día en que la televisión se murió (un poco). Maldita seas, HBO, no reconocerías la grandeza ni aunque te mordiera en las nalgas.