Para entender a Vikar, el protagonista de ‘Zeroville‘, te tiene que gustar mucho el cine porque su texto incluye referencias a unas 250 películas. La mayoría de ellas no son nombradas por el título si no que son descritas con una pequeña sinopsis del protagonista. Es decir, se exige al lector de la novela que rebusque en su memoria o en Internet. ‘Zeroville’ es un test de resistencia de nuestra propia cinefilia que pone a prueba no solo nuestros conocimientos y que sirve para apuntalar la teoría de su protagonista de que el cine es un arte infinito tan bello y potente que siempre ha acompañado al hombre y que todas las películas son un contínuo, que todas ocurren a la vez, que todas forman una realidad que se desarrolla de forma paralela a la realidad. Así funciona la cabeza de Vikar y así funciona, más o menos ‘Zeroville’.
Para comprender mejor a Vikar quizás sería bueno conocer la historia de Paul y Leonard, los hermanos Schroeder. Juntos y por separado nos han regalado títulos como ‘Yakuza’, ‘Mishima’, ‘Taxi Driver’, ‘Aflicción’, ‘Blue Collar’…Paul ha dirigido hasta la fecha 22 películas y escrito 23. Leonard, hasta su muerte en 2006, había escrito 11 (entre ellas la adaptación de ‘El beso de la mujer araña’) y dirigido dos. Nacidos en Grand Rapids (Michigan, USA) el seno de una familia conservadora y tremendamente religiosa –sus padres eran de la rígida confesión protestante conocida como “reformista holandesa”- ambos hermanos tenían prohibido ver la televisión o acercarse a un cine así que tuvieron que esperar a tener 18 años para hacerlo.
Obsesionados con el cine ambos acabaron instalándose en Los Ángeles para poder hacer películas. Vivían en una casa miserable, en condiciones de pobreza extrema y se les recuerda como torpes socialmente, sucios y desmañados. Sus únicas posesiones por aquel entonces eran una máquina de escribir vieja, un tocón de madera que les servía de mesa, un machete de caza y un coche que se caía a trozos. Alejados de la moral de sus padres sintieron que necesitaban poner a prueba su fe en las películas (o en Dios) y decidieron reunir el poco dinero que tenían y marcharse a Las Vegas para jugarse el último centavo. Lo perdieron todo y entendieron que, efectivamente, estaban condenados y ya no podrían volver a casa. Un apunte: en la primera temporada de ‘The Leftovers’ (esa serie que va de gestionar las creencias y de qué sentido tiene eso de respirar) el pastor Matt Jamison (Christopher Eccleston) pone su fe a prueba de un modo parecido.
Vikar, el protagonista de ‘Zeroville’, también acude a Los Ángeles para reforzar su fe en el cine y perder definitivamente la fe sobre Dios y las otras cosas que no entiende (respirar, comer, relacionarse). Vikar, como Travis Bickle (el taxista de ‘Taxi Driver’) también es un tío rapado pero, en lugar de una cresta, lleva un tatuaje de Liz Taylor y Montgomery Clift en la escena principal de ‘Un lugar en el Sol’ (George Stevenson, 1951). Que llegue a California el mismo día en que la Familia Manson comete la matanza de Cielo Drive solo es un apunte al fondo y no un presagio. Es solo la marca de cómo una era termina y otra comienza. No siente ninguna pulsión sexual, ningún deseo más allá de que le dejen hacer películas. Por la novela de Steve Erickson (editada en nuestro país por la Editorial Pálido Fuego) circula todo el Nuevo Hollywood. Toda esa generación de directores y actores (desde Scorsese a Spielberg pasando por Cimino o Coppola) que convirtieron el cine en una religión. O no. No queda claro. Quédense de nuevo con esta idea: el cine no tiene comienzo, ni final. Otras obras más académicas, el imprescindible ‘Moteros tranquilos, Toros Salvajes‘ (Anagrama) de Peter Biskind, les darán una información más amplia sobre aquellos años pero, sin duda, este libro les acercará un poco más a la idea del cine como pasión. ¿Quieren saber cuál es el estado mental de Vikar? Acudan otra vez a Paul Schrader y échenle un vistazo a la retorcida ‘Hardcore: un mundo oculto‘ (1979) donde seguimos las andanzas de un padre, reformista holandés, que busca a su hija desaparecida y reaparecida de nuevo en una película pornográfica que, por su dureza, ni siquiera las salas de cine se atreven a ofrecer en su programación y cuya exhibición se circunscribe al circuito de proyecciones ilegales en sex shops sórdidos. No se esperen una película con moraleja. Entenderán muchas cosas.
El relato de ‘Zeroville’, cercano en su estructura al del realismo sucio, quizás con más de guión cinematográfico que de novela convencional, nos acerca por un lado a los cotilleos chungos de Kenneth Anger en los dos imprescindibles volúmenes de su ‘Hollywood Babilonia‘ (Tusquets) donde repasa al Hollywood de los comienzos hasta los años 50 y al más cercano que describió la productora Julia Philips en su ‘You´ll never eat lunch in this city again‘ (no está editado en España, aviso a navegantes, no está editado en España) que ajustaba cuentas con todos los que eran algo en Hollywood entre los 70 y los 80 y que fue descrito por la crítica como “la nota de suicidio profesional más larga de la historia”. Pero todo eso queda al fondo porque el periplo de Vikar nos llevará por Los Ángeles, Cannes o Madrid donde el protagonista se encontrará con una guerrilla de españoles que profesan la fe de Luis Buñuel y pretenden matar a Franco de un disgusto rodando una película. Otro dato: el pasaje está inspirado en la jugarreta que Buñuel regaló al régimen franquista. El director aragonés volvió a España para rodar ‘Viridiana‘ y se preocupó muy mucho de que la película no fuera vista por nadie hasta que se exhibió en la Sección Oficial del Festival de Cannes de 1961. Allí, entre abucheos y gritos en contra de Buñuel por haberse vendido a Franco, se proyectó dicha cinta que acabó con el cine puesto en pie y con el Director General de Cine de la época, Muñoz Fontán, recogiendo el premio en representación de España entre carcajadas al día siguiente. El material que rueda Vikar, por cierto, bien pudiera ser ‘Canciones para después de una guerra’ (1976) o ‘Caudillo’ (1977) ambas de Basilio Martínez Patino.
El homenaje de ‘Zeroville’ al cine es total. Tanto es así que reivindica no solo el cine de autor si no también la figura del guionista y director John Milius (‘Conan, El Bárbaro’, ‘Amanecer Rojo’, ‘Harry el Sucio’, ‘Dillinger’, ‘El gran miércoles’…) que es el que traslada a Vikar a España para montar las escenas de su ‘El viento y el león’ (1975) que fue rodada en España. La figura grandilocuente, chalada y provocadora de Milius sirve como contrapunto y como recordatorio de que lo que se cuenta en la narración tiene un punto emocionante: el modo en el que la realidad y la ficción, en el que el personaje ficticio y la persona real se funden a veces. Milius aparece en la novela con el nombre de Vikingo. Es un chalado del surf y las armas, un conservador furibundo de discurso homófobo (Define a Cimino como “ese travesti bisexual retorcido que ha rodado esa película sobre Vietnam”) y porrero que, sin embargo, solo parece fachada y solo parece, como Vikar, capaz de entender la vida como una extensión absurda del código cinematográfico.
Dense prisa en leer ‘Zeroville’ porque se va a poner de moda. Todo el mundo hablará de “Zeroville” a partir del 12 de septiembre fecha elegida para el estreno mundial de la versión cinematográfica de la novela que está protagonizada y dirigida por James Franco. El actor norteamericano ya mostró su compromiso con el personaje y con eso de mezclar realidad y ficción cuando se presentó en el Festival de Venezia vestido con la ropa de Vikar y diciendo una frase suya: “Ese no es mi nombre”. Apúntenla que, a lo mejor, también se pone de moda para decirla como coletilla.