Lo retro gusta. Eso es un hecho. Seguramente tenga que ver con que a los cuarentones nos ha pillado la era digital en plena crisis. Sonreímos con cada entrada que hacen desde “Yo fuí a EGB” y rememoramos cualquier tontería con la que jugábamos, música que escuchábamos o programa que veíamos en la raquítica televisión con la que nos conformábamos, tan felices. Tampoco engañaremos a nadie si reconocemos que esta era tecnológica ha pillado a nuestra generación, la nacida a principios de los 70 del siglo pasado, con más pasta en la cartera para gastar. Y nos damos pequeños lujos en forma de vinilos, zapatillas de deporte, aplicaciones para recuperar música de cassette, cosas que antes no costaban nada y ahora, para que puedan seguir formando parte de nuestro día, pagamos a precio de oro.
Hace ya tiempo que llamó mi atención una historia que bien puede enmarcarse en esta búsqueda de recuperar nuestro pasado, no tan lejano para nosotros pero verdaderamente prehistórico para nuestros hijos. Le pusieron el intrigante nombre de ‘The Impossible Project‘. Tres locos, no mucho mayores que nosotros, decidieron tratar de salvar algo que forma parte de nuestra memoria. Y digo locos con el mayor respeto, por la doble pirueta que supone invertir tiempo y dinero en un sector casi olvidado, el revelado instantáneo de papel fotográfico, que a su vez está dentro de otro prácticamente desaparecido, la fotografía analógica.
Dejadme que os cuente brevemente lo que se les ocurrió: con la antaño todopoderosa Kodak languideciendo y tratando de reinventarse (sin demasiado éxito), podemos imaginar que el futuro para Polaroid Corporation no debía de pintar bien. Primero fueron las cámaras digitales (¿aún existen?) y luego los smartphones. La mayoría de la gente dejó de revelar sus fotos en papel. Las empresas que basaban su negocio en eso simplemente fueron desapareciendo.
¿Qué pudo animar a unos cuantos químicos a tratar de revivir el concepto de revelado instantáneo que daba sentido a las cámaras Polaroid? Seguramente eran unos románticos pero, no nos engañemos, nadie se mete en un proyecto así si no espera sacar algo un beneficio a cambio. Y vaya si lo hicieron. Salvaron in extremis parte de la maquinaria e instalaciones en Holanda que, como el resto de activos del fabricante de Polaroid, iban a desaparecer y decidieron devolverlo a la vida.
Seguramente les animó comprobar que -quién no lo ha hecho- mucha gente busca dar formato Polaroid a sus fotos digitales. O que muchas aplicaciones para teléfonos y tablets sirvan únicamente para eso. Quizás pensaban en los miles de frikis que guardaban como oro en paño su cámara Polaroid pero no podían utilizarla al haber desaparecido el suministro de papel especial para ellas? Demonios, ¡si el gigante Instagram eligió como primer logo una Polaroid!
Y se pusieron a ello. Con un par. Para los ufanos en la materia -como yo- es necesario aclarar que el quid de la cuestión está en el papel de revelado instantáneo. Depende de un proceso químico que no es sencillo de realizar y cuya fabricación es complicada y costosa. En eso centraron sus esfuerzos nuestros héroes de The Impossible Project. Se dejaron muchas horas de esfuerzo y no pocos dólares en conseguirlo, pero tuvieron éxito. Al cabo de unos años pudieron celebrar que lo habían conseguido: eran fabricantes de papel de revelado fotográfico apto para máquinas Polaroid, en pleno siglo XXI.
Pero no se quedaron ahí. Pensaron que las máquinas Polaroid que acumulaban polvo en las estanterías de sus antiguos devotos estaban bien como objetivo para su recién estrenada fábrica, pero no era suficiente. Y decidieron crear la más extraña criatura que nadie ha visto en mucho tiempo. La llamaron ‘I-1 Analog Instant Camera‘.
Yo tengo una.
Reconozco que me costó abrir su maravilloso envoltorio. También reconozco que había olvidado lo poco práctico que resulta disparar fotos sin poder previsualizar el resultado. Incluso acepto pulpo como animal de compañía a los que me digan que los cartuchos de papel no son baratos. Pero mola, vaya si mola.
Por Elías Suárez
*Elías Suárez es abogado, padre de familia, seguidor de la Real Sociedad y fanático de las máquinas en general y de los coches en particular. Cuando, en una fiesta, se puso a contarnos con gran entusiasmo sobre una máquina Polaroid que había comprado y la historia tan interesante que había detrás, le dijimos:
– ¡Haznos un post! ¡Y si vas a la barra traenos un gin tonic!
Elías aceptó el reto. Aquí está el post. Gracias Elías. ¡Y vuelve pronto!