Este artículo es una idea terrible. A nadie le gusta que le expliquen un truco de magia, ni que le destripen un chiste. Así que si ya pocos de ustedes sabrán quién soy yo, los que lo sepan porque hayan visto o hayan oído hablar de ‘Selfie‘, no querrán que el actor detrás de Bosco, su protagonista, ese que no sabe escribir sin ponerse serio, les explique qué ha pasado. Qué ha pasado, porqué ha dibujado tu cara Miguel Noguera y quién te crees que eres, pink floyd. Sinceramente, no creo que pueda responder. No creo que lo haya entendido todavía. No creo ni que importe. Así que intentaré ser breve, directo y objetivo. Para por supuesto, fallar estrepitosamente.
Para empezar por el principio tengo que contar el cómo has llegado tú aquí. Una vez más.
Florencia Inés, directora de casting de ‘Selfie’, se había asignado a finales de 2015 la misión de encontrar un actor para interpretar a Bosco. Ese era el nombre del personaje protagonista de la nueva película de Víctor García León. El guión describía a Bosco como un pijo insufrible, bobo, ingenuo, pero con un sentido del humor particular y unas aventuras por delante nunca antes vistas. La idea de ambos, Flor y Víctor, era la de encontrar a alguien que no fuese actor profesional. O al menos, que no contaminase al personaje con dejes ya de sobra conocidos.
Un día, Flor se junta en una cena (me pierdo con los detalles de esta parte) con Gustavo Montes, antiguo profesor mío de Historia del Cine en la Complutense. También estaba por ahí, creo, Vicente Sanz, de nuevo antiguo profesor. Sea como sea, este es el mensaje que recibo de Gustavo el ocho de noviembre de 2015 y por el que todavía le debo varias copas.
Hola Santi. Verás, el otro día estuve hablando con Florencia de ti. Ella es una directora de documentales. Tiene un proyecto con Víctor García León (director de cine) y me contó que necesitaban a un actor (no profesional) con apariencia de pijo (que, lo siento, es tu caso) y con desparpajo para un proyecto que tienen juntos. Le hablé de ti. Espero que no te haya importado. Creo que Florencia te ha escrito. Escucha lo que te propone y, si te viene bien, genial. Si no te viene bien, pues tampoco pierdes nada. En fin, Santi, un abrazo.
No está mal, ¿verdad? Por supuesto, digo que sí. Hablo con Flor por teléfono y quedamos para conocernos y conocer a Víctor García León. Me caen todos bien desde el principio. No sabía absolutamente nada de Víctor, solo lo que Google me contaba. Parecía suficiente. Entiéndanme: soy del 92 y cuando Víctor estrenaba su película ‘Vete de mi‘, yo estaba viendo Harry Potter y poco más. Pero el caso es que les gusta lo que ven, lo que creen y creo que puedo aportar, y finalmente me confirman que soy Bosco. Llamo a mis padres. Que tampoco entienden nada.
A rodar
Intento recopilar en mi memoria todo el rodaje, dilatado a lo largo de más de un año, acontecido de forma errática y fascinante. Lo primero que recuerdo, el primer día, la primera imagen clara, es la preparación del equipo técnico. Pedro Soto, director de sonido, llevaba una grabadora (le acabo de preguntar la siguiente información por WhatsApp) modelo Aaton Cantar X2. No saben lo que es, igual que yo tampoco lo sabía, pero era algo profesional. Cuatro años de Comunicación Audiovisual y nunca había visto una de esas. A pesar de que ya había conocido días antes, en las pruebas para el papel, a Eva Díaz (nuestra directora de fotografía, otra profesional increíble) y a su cámara Epic Red, recuerdo que con la grabadora de Pedro Soto algo encajó. Ese primer día de rodaje, fue lo primero que pensé: menos mal, esta gente sabe lo que hace.
Aquél día entramos en la Caja Mágica, sede se del mitin de Podemos anterior al 20D, y empezamos a rodar. A partir de ahí, mil historias. Lo mejor de los rodajes era lo divertido de convivir con un equipo tan reducido, al que se cogía cariño inmediato. Y el buen humor de todos. De acuerdo, esto no siempre se podía mantener – qué carajo, se discutía – y no quiero que parezca que fue todo un camino de rosas. Todos sacrificábamos tiempo de nuestros trabajos, de nuestras vidas, para dedicárselo a un proyecto que parecía tener sentido, y porque nos guiaba un director que parecía tenerlo claro. Ambas cosas creo que ya se han de sobra confirmado.
¿Fue difícil abordar a Bosco? Veamos. Todo surgió de manera tan gradual, que no lo recuerdo como un proceso complicado. Más bien, cada día de rodaje, trabajábamos muy duro entre todos para que la escena fuese perfecta. Creo que supe escuchar. Víctor me entendió muy bien. Una amiga mía me dijo el otro día que nos parecemos él y yo. No voy a entrar en detalles que me emociono, pero sí creo que nuestro director tiene dos cualidades que lo hicieron todo más fácil y que, no sé si compartiré, pero desde luego admiro. Son la capacidad de transmitir ilusión y el poseer un sentido del humor inquebrantable. Luego está que es un genio, pero ya les digo que me emociono.
Todo está quedando muy poco concreto, lo sé. Pero es que en mi cabeza no es mucho más concreto. Hay ciertas preguntas que me han llegado mucho, sobre todo de amigos y familiares. Temas habituales, aquellos que el cine muestra pero el espectador no está seguro de haber visto, menos aún cuando conoce al proyectado en la pantalla. Los besos, las caras largas, los escenarios, las intervenciones de famosos, las escenas con otros actores profesionales. Qué quieren que les diga. En esas ocasiones casi siempre estaba nervioso, casi nunca estaba muy seguro de qué hacer. Pero de nuevo escuchaba y confiaba en lo que podía aportar. Muchas veces salía muy bien. Algunas no. Como tantas otras cosas.
Creo, por cierto, que mejoré con el tiempo, con cada escena. Al final me veía capaz de expresar ciertas cosas que no sabía que podía fingir.
El rodaje fue poco a poco terminando. Yo, que siempre tengo que meter la pata, me corté el pelo por mi cuenta, les juro que con la mejor de las intenciones con respecto al raccord. El peluquero se pasó de tal manera que hubo que retrasarlo todo el verano. Hubo mucho amor y no me despidieron. Que di tú que tampoco podían a esas alturas, pero oye. Mientras tanto, mientras se rodaba y se dejaba de rodar, yo no decía nada a nadie. Tengo una batalla personal contra la gente que cuenta todo en su vida, que habla de cada paso que da como si fuese una zancada, y no quería convertirme en eso. Quería que si finalmente la película era lo que creía que sería, otros hablasen de ella por mi.
Málaga land
Y así, poco a poco, llegamos al Festival de Málaga. No me doy cuenta de la magnitud de presentar la película en su sección oficial hasta que no estoy a unos días de la fecha. Justo en febrero se celebraban los Premios Yago, que dirijo, y en los que participa desde su primera edición la propia revista DON. Sus preparativos y repercusión mantienen mi cabeza en otra parte. Sé que suena a que se acercaba el día de mi boda por como lo cuento, pero es que no se pueden imaginar la movida. Ni los pases anteriores, con todas sus buenas reacciones, anticipaban lo que nos esperaba en el sur.
Lo de Málaga fue como una gran sucesión de recortes, como esas elipsis del cine moderno en las que el protagonista aprende algo, o se entrena para su próximo desafío mientras suena una música pegadiza. Como el principio de ‘Up’ sin la parte de la muerte y la llorera. Como el final de ‘American Beauty’, sin la parte de la muerte y la llorera. Veinticuatro horas siendo el centro de atención. Entrevistas toda la mañana, muchas con amigos que conocía de antes, todas con grandes profesionales. A la prensa le había gustado mucho.
Luego el pase del público, lleno de agobios. Muerto, muerto de los nervios. Mis padres en las butacas. La pantalla del Teatro Cervantes me parecía excesivamente grande. Al final, aplausos. Abrazo con Víctor, más agobiado que yo. Carrera y abrazo con mis padres, más agobiados que Víctor. Salimos a la calle y nos vamos a la alfombra roja. La locura. Abrazo con mis amigos. Fotos y autógrafos. “¡Pero si no sabéis quién soy!”, grito, feliz. “¡Eres Santi, de la peli!” grita una chica anónima a la que querré siempre. A la gente le ha gustado. Le ha gustado, joder.
¿Y ahora qué? Dice el cómico Dani Alés, en este fantástico texto, que “El fracaso es intangible y el éxito es una pelota maciza en el estómago. Las dos cosas te alejan de ti, te desubican.” Ahora estoy en mi habitación, en calzoncillos, escribiendo esto. En unos días marcho a Barcelona: a Isabel Coixet le ha gustado la película y me ha ofrecido un pequeño papel en su próximo proyecto. Tengo que acabar mi máster este año. También, he conseguido trabajo y empiezo ahora en abril. Ya he explicado el chiste, ya he revelado el truco, y sigo sin entender nada. Solo puedo decir que seguiré hasta que lo haga. Pocas veces me he divertido tanto.