Si Leonardo Da Vinci se asomase al año 2017, vomitaría del susto. Ya no andamos mirando al cielo, ahora andamos mirando al suelo. El ser humano pasa la mayor parte del día babeando encima de una pantalla. ¿Qué coño es esto? INTERNET, el mayor invento de la Humanidad.
Internet llamó a la puerta de mi casa en el año 2000. Era la hostia porque podías buscar fotos de NSYNC y guardarlas en un disquete y hablar con extraños desconocidos en el IRC y en el chat de Terra…¡sin salir de casa! Mi nick era Cintia1985 porque de mayor quería ser bailarina en un bar de carretera en Arizona. Mi gran sueño frustrado. Además, no podías hablar por teléfono mientras estabas conectado: cuando descolgabas el auricular se escuchaban unas interferencias que sonaban como si un señor muy enfadado estuviese cagando planetas. El sonido de la nostalgia millenial.
Internet se fue sofisticando año tras año con miles de opciones perfectas para fomentar el YO YO YO y para recibir nuestra ración diaria de casito. Con la llegada de los smartphones y la implosión de las redes sociales y la mensajería instantánea, nos convertimos en lo que llevábamos siglos exigiendo a nuestros gobiernos: los esclavos del siglo XXI. La revolución de las máquinas era esto. En el año 2017 no hay coches voladores ni podemos hablar con la mente, pero con nuestros telefonitos podemos hacer algo mucho mejor: ¡OPINAR!. Opinar en Twitter y Facebook es lo que nos diferencia de los animales.
El pasado miércoles por la noche hubo una caída masiva de Whatsapp a nivel mundial. Whatsapp es una herramienta que sirve para ignorar a tus amigos y a tus familiares, para discutir con tu novio o para coleccionar los Pokémon de tus paseos en Tinder. La locura se desató y después de los primeros ataquitos de ansiedad, magia: padres y madres jugaban con sus hijos, los jóvenes leían antes de dormir y las parejas se decían “te quiero” en persona. Y, como todos sabemos, necesitamos Whatsapp para sobrevivir en esta cueva de caca tecnológica en la que estamos sepultados. Esta es la dolorosa realidad. Este es el mundo en el que vivimos. Si hoy preguntásemos a un puñado de personas de diferentes edades qué se llevarían a una isla desierta, la respuesta sería…un móvil con Internet.
[ Foto de Garry Knight]