[ ¿Cómo era el mundo justo antes de la llegada de Internet?#Cultura90sPreInternet recoge una serie de reportajes y testimonios para analizar cómo fue la última gran revolución cultural, el llamado indie de los 90, antes de la llegada de Internet: cine, música, libros, tecnología, moda, cómic, series, … bajo el la etiqueta #Cultura90sPreInternet ]
Trabajar a principios de los 90 en el Madrid Rock de Gran Vía era ser el #putoamo, un empleado en la Disneylandia del rock, el jefe del SXSW en Austin, el camarero del CBGB´S y el jefe del Revolver. Era el backstage de Reading y el avión de Led Zepellin. Bueno, también había muchos días de mierda, miserables mañanas y tremendos días sin clientes, ordenando filas y filas de discografías. El rock internacional, las novedades, pop español, la serie media y la más odiada sección de jazz. En la planta de arriba, las bandas sonoras, el silencio, las esquinas de los amantes y la cabina bakala.
Santiago Segura era majo y educado. Juan Echanove era intrigante y con bolsa de plástico rara. Los Pardo llegaban con su misterio y pintazas, Kike Turmix era un torbellino gaupasa, Almodovar sabía lo que quería, animado y conversador. Un día dejó de venir. En la planta de abajo estaba el oasis de la música clásica, una sección forrada de madera como para mostrar la mayor categoría de los clientes de esta sección, como Ruiz Gallardón, que era asiduo y misterioso. Todo el mundo compraba muchos discos y había mucha menos información disponible, con lo que trabajar en Madrid Rock requería conocer muy bien los discos, entender a la gente y saber recomendar. Igual que se decía que los taxistas de Londres desarrollaban una parte del cerebro para poder conocer las calles, los que trabajamos en Madrid Rock desarrollamos nuestros cerebros para reconocer todas las referencias, todos los discos y portadas. Todos, siempre.
Nuestros líderes eran Miguel ‘El Mono’ y Javi, responsables encargados de tienda, los primeros en llegar una hora antes de abrir, la hora del reparto, de colocar las novedades. Verdaderos influencers, opinion makers y curators de playlists. “Ostras Bowie está hecho un chaval, mira acaba de llegar el ‘Black Tie White Noise’.” El Mono, siempre ágil y sabio era el primero en ver los discos y describir su origen.
Era 1993 y las mañanas en Madrid Rock de Gran Vía eran un repaso rápido de la actualidad y novedades, justo 60 minutos antes de abrir las puertas al público, a las 10 de la mañana de todos los días del año. Los discos llegaban en férreos cajones con ruedas, metálicos y pesados, que había que abrir, repartir y contabilizar antes de colocar en su sitio en la enorme tienda de tres plantas, la Meca del disco, el shangri-la de los fanes, el Facebook de Malasaña, la sección para descubrir -antes de Spotify-. Un trabajo duro, rápido, veloz, carretera y speed. Un poco MercaMadrid Rock, con estrategias comerciales, espacios alquilados, la lona del azul de The Beatles, el listado de entradas a la venta. El CD era el rey, entraban a paladas, se colocaban y el mismo día se reponían. Había una fiebre del oro por el último gran ventas, la reedición de Eric Clapton, el directo de Pink Floyd, la caja de jazz. Uno de nosotros se situaba en una cabina central de atención al cliente que tenía un punto de puesto de mando, buscaba las referencias en una vetusta base de datos, el meeting point de los buscadores, el Google con caracteres verdes.
En la puerta de Madrid Rock de Gran Vía quedaban los colegas. La gente se encontraba como hoy en el Apple Store. Una tienda de discos era como un escaparate al mundo, lo que allí se veía era lo que estaba pasando. Dentro había clientes fijos como de sex shop, silenciosos y buscando el anonimato, gente de paso que entraba por el calor y la música, los chicos y chicas jóvenes para pasar el rato, los pasados de rosca y colgados de Gran Vía, tan tiernos. Con el tiempo veías de lejos a la chica maja, al plasta, al enteradillo y al moderno. Al que olía mal, al que te buscaba solo para hablar y al chaval de Valencia que venía a por música para su bar del rollo britpop. Mira estos Oasis molan, por fin ha vuelto el rock. El zoco musical que también era lugar de cita, de quedar con amigos, de venir de empalmada. De intentar robarse una caja guapa, de hombres con gabardinas forradas de papel albal. Chicas guapas por las que luchábamos por atender, haciéndonos los enterados de Antonio Flores o del ‘Tubular Bells’, de Mike Oldfield. Antonio Flores vendió muchos discos y Mike Oldfield, más.
En aquella época apenas había merchandising. Pero se vendían entradas para conciertos y los promotores nos daban las sobrantes para Revolver o Aqualung al venir a recoger la venta y nos íbamos juntos a conciertos soñados. Y las visitas de artistas, INXS, Redd Kross, Faith No More, Duff de Guns & Roses, venían a firmar y compraban discos, te codeabas con ellos. Una foto juntos, al despacho del jefe, que tiene whisky.
La ciudad se movía entre los restos de la movida, el principio del Maravillas, los sonidos del paraíso del Bali-Hai y los afters de los pijos, y todos pasaban por la tienda o quedaban enfrente. Reservábamos copias para los amigos, ahorrábamos para comprar el doble vinilo de The Kinks. Madrid Rock era el Picaddily Circus de Madrid, una plaza increíble donde no siempre era grato pasar tantas horas recibiendo freakis y plastas pero donde siempre pasaban cosas, te llegaba el gossip del mes o te reías del pelo de Calamaro, que olía bien y era un señor, pero era un freak. Otro más de los que poblaban nuestras interminables jornadas, muchos dobles turnos con bocatas, cerveza y anfetas.
Trabajar en la tienda fue nuestra Universidad, donde aprendimos los trucos de ventas, la negociación de espacios, el comportamiento del comprador y el poder comercial de las multinacionales. Fuimos testigos del auge y frescura de Subterfuge, Elefant, Siesta. Lo vimos pasar ante nuestros ojos, lo vivimos en el terreno de juego, una felicidad tensa que nos influyó para el resto de nuestras carreras, de nuestras vidas.
“Dicen que mañana llega el nuevo de los Stones, qué tíos qué bien se conservan.” ‘Voodoo Lounge’, 1994.
[ Fer Delgado es el capitoste de Pias Iberomérica además de ser una de las personas con más estilo de España. Bilbaíno de pro, lleva más media vida en Madrid trabajando en la industria musical, en la que sencillamente es adorado: prensa, discográficas, promotoras de conciertos, distribuidoras, … Mientras estudiaba periodismo en los 90, trabajó de 1993 a 1996 en la mítica tienda Madrid Rock de Gran Vía. En la imagen, se ve a Fernando a la derecha junto a El Lalas rodeando al batería de Faith No More (al fondo, el teclista), una noche que cerraron la tienda para la banda, que actuaba en la sala Revolver ]