Pocas producciones españolas han reflejado bien el mundo de la música. Personalmente me salen dos: ‘Shacky Carmine’ (1999, Chema de la Peña) y ‘A 45 revoluciones por minuto’ (1969, Pedro Lazaga). Lo que sí recuerdo bien son películas más o menos bufas, muy en la línea de las dirigidas por Richard Lester para The Beatles y con una clara influencia de la serie protagonizada por The Monkees en los USA, o producciones que, con toda la mala baba posible, ridiculizaban el punk, el rock o cualquier género musical que se pusiera a tiro (Gloriosísima por loca fue ‘The Mix’, la única española que intentó hablar del mundo de la música electrónica y el tema disc jockeys. Fue dirigida por Pedro Lazaga Jr., por cierto, que se ha hecho famoso como ayudante de dirección).
Quizás este sea uno de los peores rasgos de la serie ‘Ella es tu padre‘ que estrenó ayer Telecinco. El punto de partida es el siguiente: Sergio (Carlos Santos) y Tomy (Rubén Cortada) son dos hermanos que tuvieron un solo éxito con un grupo musical junto a un ciego llamado Yago (Aníbal Gómez) y un tipo con aspecto metalero, Vini (Andoni Aguirregomezkorta). La cosa importa tan poco que el nombre del grupo musical apenas aparece por ningún lado. Parece que la única misión de todo es que respondan, cada uno, a un estereotipo de músico y que el efecto, al verlos juntos, sea que parecen unos Village People de la música donde solo falta un punk muy al estilo de “La Chirla” que interpretaba Luisa Martín en “¿Quién da la vez?” y “El gasofa” al que daba vida en “¡Lleno, por favor!” Micky Molina. Un punto a favor de las producciones de Vicente Escrivá; al menos mostraban su desprecio y desconocimiento con orgullo y sin avergonzarse. Los responsables de ‘Ella es tu padre’ no han podido evitar introducir un cameo de Alaska y Mario Vaquerizo para darse aire e intentar dar una imagen de estar en la onda. Sinceramente, ni “La Chirla” ni “El Gasofa” hubieran desentonado demasiado en una serie como esta. Incluso le podrían haber dado algo de chispa al asunto.
El efecto es malo. Malo porque demuestra despiste, porque demuestra que no hay donde agarrarse y que sus responsables no han hecho el más mínimo de investigación o no han tenido a los asesores adecuados. No cuesta mucho llamar a un músico y que te explique cómo es la vida de un músico, puedes leerte incluso dos o tres buenas biografías que te muestran la vida de un músico de gira. Es un trabajo necesario. Este es un rasgo malo de las series malas: En España, a veces, da igual la profesión del personaje porque todos los personajes, a veces, parecen el mismo. Nunca te acabas de enterar, por ejemplo, a qué se dedica Chandler Bing, de ‘Friends’, pero justamente se trabaja desde el guión con esa rareza, con que ni él mismo tenga claro a que se dedica. De hecho el personaje que parece más despistado y más metido a cholón es el de Nata (Belén Cuesta) que hace de manager, productora y arreglista (una categoría laboral casi imposible de encontrar en el panorama musical, imaginen a Brian Epstein diciéndole a John Lennon que no toque así una nota). En realidad está ahí porque se necesitaba, de algún modo, provocar otra línea argumental sustentada en la tensión sexual que mantiene con el personaje de Rubén Cortada, actor que pasa toda la serie intentando esconder su evidente acento cubano (Sí, es hermano de Carlos pero solo de madre, de ahí que no tengan nada que ver).
Pese a que la serie está planteada desde la música, lo cierto es que no es la música lo que impulsa a los personajes. Es solamente una excusa para mantenerlos ahí. Ya podrían los responsables de ‘Ella es tu padre’ haber tomado nota de la estupenda serie australiana ‘Mi viejo rockero‘, emitida por Canal + a mediados de los 90 en abierto, que giraba en torno a un padre rockero retirado idiotizado por los años de desfase que tenía que cuidar de sus hijos.
Y decimos que podían haber copiado esta serie porque, en realidad, la premisa principal de ‘Ella es tu padre’ es el hecho de que el protagonista, Carlos, se ve obligado a travestirse para pasar más tiempo con sus hijos ya que está separado de su mujer, Sara (Lorena López). Es decir, alguien no ha tenido ningún empacho en fusilar ‘Señora Doubtfire’ (1993, Chris Columbus) y, de paso, ‘Tootsie’ (1982, Sidney Pollack) porque Carlos encuentra trabajo gracias a travestirse. Gran trabajo, por cierto, de la gente de DDT a la hora de currarse el maquillaje –el taller barcelonés tiene un Oscar por ‘El laberinto del fauno”- aunque sea imposible que una persona se quite y se ponga una máscara y un maquillaje tan completo en pocos segundos. Tampoco ayuda que, en el despiporre general, Carlos Santos olvide que tiene que poner una voz diferente cuando interpreta a Avelina, la profesora de música algo locuela a la que da vida para estar más tiempo con sus hijos. En este punto diremos que tampoco es muy gracioso que el padre pierda la custodia porque viene cocido por la mañana, después de una noche de juerga, y se queda dormido cuando deja el cazo de la leche al fuego. Con sus hijos dentro de la casa, por cierto. ¿Quién consigue la magia de que esa máscara se ponga y se quite sin fallo aparente? Otro personaje femenino, Cloe (Aejandra Onieva), que también parece dividido en sus labores profesionales (canguro, maquilladora, encargada de vestuario, algo “grupie”). En el futuro, se sospecha, veremos también elementos de ‘School of rock’ (2003, Richard Linklater) aunque solo sea porque, en el primer episodio, ya sabemos que Avelina (el personaje femenino que interpreta el personaje de Carlos) les ha hablado a los alumnos de AC/DC. A temblar nos echamos ante la posibilidad de que a Avelina/Carlos se le ocurra hacer un grupo de rock con sus alumnos.
El problema principal parece ser el guión. Un guión que adolece de sentido y que está, al parecer, estructurado en cuadros que, en teoría, tienen que ir haciendo avanzar la acción. Algo casi imposible si nos atenemos a una serie con un formato de 50 minutos por episodio. Ni que decir tiene que también cuenta con un horrible vicio de la comedia de nuestro país: alargar innecesariamente las frases, que todo recaiga en un batiburrillo aparentemente gracioso. Frases como “Se echó encima de él como Walking Dead sobre filete de babilla” parecerían más propias de una revista de Lina Morgan si es que la salud y la edad de Lina Morgan (QEPD) hubieran permitido que hubiera estrenado uno de sus trabajos en la actualidad.
Por desgracia todo se queda a medias: la hora de estreno (22:40 de un lunes) habla de una serie para adultos que, sin embargo, es demasiado blanda para una audiencia que espera carcajadas a cambio de quedarse despierta hasta las 00:20 y perder tiempo de sueño y, sin embargo, resulta aparentemente dura para ser emitida en un horario “para toda la familia”. En todo caso, si la serie se dirigiera hacia la infancia la cosa tendría que girar más alrededor del personaje travestido de Avelina y sus aventuras con los niños (Como en ‘Señora Doubtfire’) y si está dirigida al público juvenil seguramente naufrague por quedarse en tierra de nadie y no responder a ni una sola de las esperanzas de dicha audiencia en materia de entretenimiento.
Lo más doloroso de ‘Ella es tu padre’ (por encima de ese título que parece un remedo del “Yo soy tu padre” de Darth Vader y que rezamos a los dioses catódicos para que no haya sido un desacertado guiño a la Sagrada Trilogía) es que la producción tiene los ingredientes necesarios para triunfar si no fuera porque la premisa de parecerse a una película de éxito de los años 90 la lastra definitivamente. Solo habría que estilizarla más, darle a los actores material con el que construir sus personajes y, sobre todo, currarse un poco más los guiones para que el asunto no resulte tan incoherente. Quizás una serie que se emite en un horario tan tardío podría ser más chusca, más tarada, sacar petróleo de la realidad, hacer un poquito más de sangre.
‘Ella es tu padre’ necesita más rock and roll y es triste decir eso de una serie que va de un músico. Le faltan personajes más abiertamente idiotas (díganme si el mundo del espectáculo no da para hacer sátira cabrona), le falta filo, le falta realidad. Es una cosa blanda, una mala balada romanticona, una canción donde cada músico va a su aire y que no acaba de cuajar que carece de la más mínima dosis de realidad necesaria que es de donde nace la buena comedia. Es muy triste que una serie de 2017 mantenga la tradición terrible de estar desconectada por completo de lo que se cuece, que demuestre que no tiene ninguna conexión con la audiencia, ni con la realidad. Podría haber sido una fábula chalada, ‘Señora Doubtfire’ lo es, pero se queda en algo donde las cosas pasan porque sí y nadie sabe muy bien hacia donde se dirigen. Ahora solo falta mejorar lo que hay. Suerte a los implicados.