Ya lo dijo Leónidas: “No retirarse. No rendirse. Esa es la ley de Esparta”. Pues eso mismo. Este fin de semana nos pintamos los abdominales con rotulador gordo, nos pusimos la capa de gladiador y tiramos para San Agustín del Guadalix a participar en la Reebok Spartan Race. Y morimos. De hecho, este post está escrito ‘Desde mi cielo’, como la novela de Alice Sebold… (¡ains qué pena, lo que lloramos con Sussie Salmon!)
Bueno, no estamos muertos; de hecho, hemos regresado de la batalla de las Termópilas madrileñas más espartanos que nunca. Jamás pensamos que podríamos superar la prueba y mucho menos llegar en el nada desdeñable puesto 1.416. ¿Flipante, no? Pero, ¿cómo llegamos a participar en una de las pruebas más duras del circuito deportivo? Por favor, un poco de música de flashback.
Estamos en el mes de abril. Se acerca la fecha de la Spartan y uno de los miembros de la redacción (que no diremos el nombre pero fue el latinlover oficial Alejandro Parilli) comenta como el que dice “la segunda temporada de ‘Fargo’ es mejor que la primera” que sería una idea finisima (os usa mucho, debe de ser jerga venezolana) que participáramos en la competición en equipo, porque mola, porque se hace piña, porque está muy bien, y porque se liga (esto último es mentira pero un estudio de la Universidad de Masachusets dice que los post con historias ligoteo tienen un 90% mas de efectividad. Este dato también es mentira. Pero un estudio de la Universidad de Illionios dice que los post con mentiras son un 85% más interesantes. Vale, también es mentira).
Al principio la idea nos pareció una marcianada (somos más de siesta y fiesta que de potro y plinto) pero unas cañas más tarde nos vinimos arriba (es muy típico nuestro) y dijimos que “será genial hacer algo juntos más allá de una revista digital, un vídeo apoteósico para Amaral, otro interactivo para Vetusta, unos anuncios para tal y cual y algún karaoke killer para el que no pondremos link por no arruinar nuestras vida y las de nuestras familias. O sea, lo que viene a ser ‘pasar tiempo de calidad’.
Dicho y hecho. Aceptamos el reto que nosotros mismos nos pusimos y decidimos convertirnos en espartanos por un día.
Lo primero que hicimos fue ponernos en contacto con la agencia Ttarragó que lleva la comunicación de Reebok (el gran instigador de la Spartan). Ellos, más majos que las pesetas (guiño para nuestros lectores más veteranos) no solo aplaudieron nuestra idea, sino que nos alentaron, nos animaron, y nos rieron las gracias como el que le sigue el rollo a una panda de taraos. Nos customizaron de arriba a abajo para que la pena y el dolor fuera menos o en su defecto más llevadero o en el peor/mejor de los casos más estiloso.
Dos días antes del día D, Alex Parilli, el gran vendedor de sueños y artífice de la idea, comentó que deberíamos hacer la Spartan Super (la de 13 kilómetros), porque la de Spartan Spring (5 kilómetros llenos de obstáculos) era para pussys, y que él no había dejado atrás un futuro prometedor entre corralitos y culebrones para convertirse en un blandito. Que nos llamara pussys no amedrentó nuestros ánimos, más bien lo contrario: nos reafirmamos en que 5 es mejor que 13 (que encima es un número maldito) y que la ambición no lleva a nada bueno. Y que mejor te habías quedado en Venezuela y otras cosas feas fruto del calentón del momento y que ahora no vienen a cuento.
Domingo, 29 de mayo. A las 9.30 arranca nuestra tanda.
En la línea de salida un tipo con la barba verde y una voz muy Gerard Butler pregunta: ¿cuál es vuestro oficio? Nosotros: “au, au, au” (que suena chusco pero motiva bastante). De hecho yo ya lo uso para todo: ¿que llega tarde el metro petao? Au, au, au, y pa dentro. ¿Que no encuentro sitio para aparcar? Au, au, au, y encima de la acera. ¿Que sale Malú en la casa de Bertín? Au, au, au, y pongo ‘Aprendiz’ a tope hasta que me estalle el utrículo.
Se da la salida y empieza el trote. A partir de ahí y durante 79 minutos se suceden una suerte de muros a escalar, cuerdas a trepar, alambradas a reptar, sacos para acarrear y así hasta 15 obstáculos, algunos de fuerza, otros de resistencia y algún que otro de técnica. Cinco kilómetros más tarde la línea de meta (en llamas) saluda a los supervivientes, entre ellos, nosotros mismos. Tras la meta, botellín de agua y banana para recuperar, fotos, posado, y ducha porque tenemos más barro que los asistentes al Glastonbury.
Cosas que hemos aprendido:
. Que la Spartan, aunque dura, está al alcance de casi cualquiera. No hace falta ser un mazao para terminarla. Aunque sea en el puesto 1.416. En esta edición el paralímpico español Enhamed Enhamed se ha convertido en el primer invidente en hacer la Spartan Super: “Si yo he podido hacerlo, vosotros también, espartanos”, comentó al finalizar.
. Que hay muy buen rollo en la prueba y la gente se ayuda, charla, y la pasa chévere.
. Que se recomienda llevar guantes (para pruebas de arrastre), zapas con tacos (para las de escalada) y protección de codos y rodillas (para golpes y arrastres).
. Que el momento ducha es complicado así que hay hay que mejorar esa parte (tirón de orejas para a organización). Lleva chanclas. Y ropa para cambiarte. Después de la prueba no habrá padre, novia, amante, hermano que te deje subir a su coche sin duchar.
. Que hay que entrenar los burpees: es lo único que te puede salvar cuando no pases las pruebas.
. Que además de Reebok, el otro gran patrocinador del evento era Ariel. Ingenioso, ¿no?
Las próximas Spartan serán en Bilbao, Andorra, Barcelona y Valencia.