En el cine, la vida cotidiana es lugar de inspiración de las mejores historias. Solo hay que saber mirar para encontrarlas. En 2010, Crystal Moselle descubrió que tenía buen ojo paseando por Nueva York. La por entonces estudiante de cine se cruzó con seis hermanos de aspecto bastante curioso: pelo largo y un atuendo similar al que vestían los ‘Reservoir Dogs’ de Tarantino. “Fue pura casualidad. Un día estaba caminando en Manhattan cuando un niño pasó por mi lado corriendo entre la multitud. Tras él, otro. Y después, otro y otro. Me dejé llevar por el instinto y corrí tras ellos”.
Así nació ‘The Wolfpack’, documental sobre la vida de estos seis hermanos que vivieron encerrados durante catorce años en un apartamento del Lower East Side de Manhattan. Han vivido gran parte de su vida aislados del mundo exterior conociéndolo únicamente a través de escapadas puntuales al año (oscilaban entre una y nueve, o ninguna), pero, sobre todo, a través de las películas que veían.
El cine se convirtió en el punto de conexión con el mundo. “Las películas fueron nuestra ventana al mundo exterior”, explican, “fue una forma de mirar al mundo”. Los hermanos Angulo pasaron gran parte de su infancia memorizando diálogos y recreando las escenas de sus cintas favoritas con lo que encontraban por casa, ya fuera la esterilla de yoga o cinta adhesiva. “Las películas nos hicieron conscientes de lo que podía ocurrir en el mundo exterior”.
Al cine precisamente se dirigían todos cuando Moselle se los encontró de la forma más impredecible. Los jóvenes comenzaron a rebelarse y decidieron explorar los alrededores por su cuenta. Moselle fue testigo de esa primera salida en la Primera Avenida. Pero, ¿contra quién se rebelaban? ¿Quién los había mantenido en casa durante gran parte de su vida? Por irracional que parezca, sus propios padres. “Creo que la intención de nuestro padre era protegernos de los peligros y el crimen que él veía en el mundo exterior. Y nunca nos alentó a comunicarnos con la sociedad”.
La sobreprotección enfermiza de Óscar Angulo fue respaldada por su mujer Susanne Reisenbichler. Se habían conocido en Perú (país de origen de Óscar), concretamente en Machu Picchu, cuando ella era una hippie nómada que viajaba por el continente americano y él, un guía de turistas de la zona. La pareja probó suerte en ambas costas estadounidenses, terminó instalándose en una vivienda social de Nueva York e hizo del Hare Krishna su forma de vida. De hecho, todos sus hijos tienen nombres sánscritos por esta razón: Bhagavan, los gemelos Govinda y Narayana, Mukunda, Krsna, Jagadisa y Visnu, la única mujer que, junto a su madre, jamás salió de casa por estar aquejada por el síndrome de Turner.
Angulo llevó al extremo esa actitud sectaria patriarcal teniendo en su poder la única llave de la casa que les separaba del contacto humano. Concebía la ciudad como una “cárcel exterior” llena de peligros y, en vista de “proteger” a su familia del “sistema”, los aisló convirtiendo la casa en la verdadera prisión. “Pensaba que el mundo era potencialmente inseguro y prefería que su familia permaneciera aislada dentro del hogar”, asegura la directora, que mantuvo el contacto con la familia durante cuatro años para poder realizar el proyecto. ‘The Wolfpack’ finalmente se convirtió en la particular mirada del mundo de esta “manada de lobos” y ganó el Gran Premio del Jurado al Mejor Documental en el Festival de Sundance en 2015.
Fruto del éxito del que gozaron los hermanos durante la promoción y exhibición del documental, todos han conseguido vivir con independencia de un padre contaminado por el alcohol y la religión, con el que, por cierto, apenas mantienen el contacto. Ninguno presenta secuelas en su comportamiento gracias a la extraña relación con el cine que mantuvieron en su encierro (se estima que pudieron llegar a ver 5.000 películas). De hecho, uno de ellos se dedica actualmente a la industria cinematográfica. Govinda ha trabajado como operador de cámara en ‘Separating Ourselves‘, ‘Long Distance‘, ‘The Scott Seat‘ y ‘Nobody Speak: Hulk Hogan, Gawker and Trials of a Free Press‘. En su perfil de Instagram, comparte fotos del set de rodaje así como cientos de fotogramas de películas que le han marcado.
Su gemelo, Narayana, está más centrado, en cambio, en su gran pasión, tal y como demostró en el documental: el activismo medioambiental, tal y como explica en esta entrevista concedida a Grist. En los últimos tres años, ha trabajado para NYPIRG (New York Public Research Group), una organización no gubernamental.
Bhagavan, el mayor de todos, ha encontrado su vocación en la meditación y el yoga. Además, se ha unido a un conservatorio de hip-hop donde está aprendiendo a bailar. Quizás, Krishna y Jagadesh, los más pequeños, puedan componer canciones para que las baila su hermano. Al fin y al cabo, ambos han decidido ir por el camino de la música, sobre todo, aquella relacionada con la estética ochentera que en sus looks profesan.
El mediano, Mukunda, fue el primero en abandonar el apartamento que fue su cárcel durante catorce años para convertirse en escritor y director, tal y como se puede ver en su perfil de Instagram. Recientemente, llevó a cabo una charla en TED donde explicaba cómo la imaginación que le disparó el cine le permitió convertirse en alguien libre a pesar de las barreras impuestas. Todos ellos han conseguido romperlas, de una forma u otra. Aparentemente, se han integrado a la perfección en la sociedad (hasta se han creado perfiles en redes sociales) y han encontrado su camino. Aunque admiten que el cine continúa siendo su escuela y vía de escape.