Seguimos intentando responder a la pregunta ¿Qué coño es España? con una serie de reportajes que expliquen cómo somos los españoles por medio de su cultura popular. Tras una primera inmersión en la música de nuestro país, es el turno ahora de las parejas más populares. Risto Mejide y Laura Escanes se han casado. Al final siempre triunfa el amor y nosotros queremos celebrarlo recordando a nuestras parejas españolas favoritas de todos los tiempos. Empezamos por ellos:
Por Crispas y Ángel Ramos
Risto Mejide y Laura Escanes
Esta pareja que ha dado mucho que hablar desde el primer momento. Risto es supermediático y tiene casi 42 años. Su mujer tiene 20 y se ha hecho famosa por ser “la chica que tiene 22 años menos que su maromo supermediático”. Risto fue primero publicista y luego se dio cuenta que se le daba bien señalar los defectos ajenos. Se dedica, básicamente, a señalar cosas que están mal y a comentarlas con su inconfundible tono sarcástico. Muchos creen que los nuevos españoles deberían de ser así: supersinceros. Pero como siempre hay detractores pues hay gente que no ve bien que se haya casado con una chica tan joven. Nosotros estamos a favor. A favor del amor y a favor de los matrimonios entre personas mayores y jóvenes (o al revés) que mitigan, en parte, uno de los problemas de nuestro país: el escalón intergeneracional. Vale que Risto le puede regalar a Laura toda su experiencia vital pero Laura le puede enseñar el mundo a Risto tal como es ahora. Risto le dedicó un vídeo a Laura titulado ‘Mía’. Una cosa con música y un fraseado que recuerda un poco al rollo que tenía Serge Gainsbourg y Jane Birkin. La gente dice que no sabe donde meterse al verlo pero a nosotros nos parece bien porque el amor es, en parte, hacer un poco el tonto. Durante los votos, Risto le dijo lo más bonito que probablemente haya dicho en su vida: “Quiero ver cómo tu armario crece aún más rápido que tus followers”. Como decía Mecano: “Y lo que opinen los demás está de más”.
Isabel Preysler y Julio Iglesias
Hace 45 años, un 29 de enero de 1971, se casaban Isabel Preysler y Julio Iglesias. Ella filipina. Él español. Ni que decir tiene que, por aquellos años, contraer matrimonio con una persona extranjera se tomaba como un exotismo casi insoportable. Mucho más si la muchacha o el muchacho no profesaban la fe católica lo que hacía imposible el matrimonio. Por suerte Isabel era muy católica, como todo el mundo en Filipinas, pero a su padre no le hacía gracia que su hija entroncara con un farandulero y por eso no acudió a la boda que se celebró en Illescas (Toledo). Fue ese un año feliz para Julio pues su carrera artística despegaba definitivamente con ‘La vida sigue igual’ (una de las canciones de Julio que más nos gusta de siempre). En los años posteriores Isabel se convirtió en una sombra de Julio y lo acompañaba a todas las giras que, con los éxitos del cantante, se convirtieron en internacionales. Pero comenzaron a llegar los hijos (Chábeli, Julio José y Enrique Miguel) e Isabel optó por dejar a Julio recorrer ese mundo de la farándula donde reina cierta ligereza moral y la fama se alía con la soledad para alumbrar oportunidades que crían infidelidades. Un desastre. El feliz matrimonio se rompe en 1978. Isabel llama a Julio cuando este está cantando en Venezuela y le transmite su intención de separarse de él. Como en España no hay divorcio y las nulidades matrimoniales las lleva el Tribunal de La Rota que tarda entre una y dos décadas en resolver los casos Isabel presenta la demanda de divorcio eclesiástico en Nueva York donde se dan más prisa. Julio, completamente destrozado (o eso dicen sus allegados), intenta convencer a su esposa de que no lo abandone pero la súbdita filipina, aquella que dejó sus estudios de secretariado internacional y renunció a sus sueños para casarse, lo tiene decidido. Iglesias, deprimido, se refugia en Miami (de donde no saldría en décadas) con sus hijos e Isabel da otro “escándalo” (un escándalo de 1979, todo hay que decirlo) y se une sentimentalmente a Carlos Falcó, más conocido por su título nobiliario: Marqués de Griñón. Se puede decir que Isabel Preysler abrió los ojos a muchas españolas sobre el tema del divorcio (llegaría en 1981) y se puede decir que muchos españoles tomaron nota de que no podían hacer más el tonto con sus señoras.
Gunilla Von Bismarck y Luis Ortiz
Pocas parejas flipan más que Gunilla y Luis. Posiblemente ninguna: ella es la bisnieta de Otto Von Bismarck y estudió en el mismo internado de Estocolmo que Olof Palme y él, bueno, él era un niño pijo un poco tarambana que formaba parte de una pandilla de encantadores niños pijos que se llamaban así mismos “los Choris” (no porque fueran unos ladrones si no porque se saludaban diciendo ¿Qué pasa, chori?” sin que ninguno de los miembros de la alegre hermandad pueda explicar la razón). Se conocieron en la primera Marbella, en la auténtica, en aquel sueño que tuvo el empresario Banús y Alberto de Hohenhole de convertir un pequeño microclima de la costa malagueña en un punto de encuentro de las mayores fortunas europeas que comenzaban a escapar de lugares como Montecarlo. Desde entonces no se han separado. Se casaron el 6 de octubre de 1978 en el Castillo de Friedichsruh en Alemania, propiedad de la familia de ella, y desde entonces han vivido a caballo entre Marbella y Alemania. Siempre un poco a salto de mata, dicen que tuvieron tiempos en los que no anduvieron muy boyantes y andaban viviendo de las generosas exclusivas que firmaban con casi todas las revistas. ¿Oficio de ambos? No está muy claro pero nunca se han metido en temas de ilegalidades. Más que nada se dedican, todavía, a presentar a gente a otra gente, a ejercer de relaciones públicas, de socialites, a llevar a celebridades a eventos y a moverse aquí y allá. También a poner de moda ciertos locales con su sola presencia. Gunilla nos cae bien porque es un bellezón y una de esas guiris españolizadas que nos entienden mejor que nosotros mismos y que siempre parece disfrutar de todo a tope y Luis, bueno, Luis nos cae bien porque nos gustaría ir de juerga con él, porque siempre parece disfrutar a tope de todo y porque ha conseguido mantenerse al lado de Gunilla contra viento y marea e, incluso, ha seguido viviendo con su señora pese a que están divorciados desde 1989. ¿Se imaginan a una pareja de divorciados que siguen igual de bien que el primer día? ¿Qué ríen, que lloran, que bailan, que se disfrazan juntos? A nosotros nos parece precioso.
Alaska & Mario Vaquerizo
El caso del fan que se enamora de su diva y, al final, acaba por casarse con ella. En Las Vegas. Olvido Gara, más conocida como Alaska, tiene una dilatada carrera en la que ha sabido mantenerse fiel a su estilo sin perderle el tipo a la modernidad. Un caso raro en España. Jamás pasa de moda. Mario se ha ido transformando desde el tímido periodista con gafas hasta la estrella que es ahora que igual te presenta un libro que te hace propaganda de unos talleres para cambiar ruedas y, todo esto, sin abandonar su agenda de representación. Un currante, vamos. A nosotros Mario y Alaska (y al revés) nos gustan por muchas razones, una de ellas es porque se les ve felices y eso es algo que agradecer en estos tiempos en los que parece que no está de moda quererse.
Rocío Jurado & Ortega Cano
Temblaron las tierras de nuestra España desbordadas por los ríos de tinta cuando la cantante Rocío Jurado hizo pública su relación con el torero José Ortega Cano. No era la primera vez que una folclórica (aunque a nosotros ese término nos resulta manido y ciertamente despectivo) se enamoraba de un torero. En los 80 vivimos la tragedia del amor truncado de Francisco Rivera “Paquirri” e Isabel Pantoja que, con los años, se convertiría en un culebrón de aquí te espero. Pero lo de la Jurado y Ortega Cano tenía chicha. Ella se divorciaba de su marido, el ex boxeador Pedro Carrasco, y él, que siempre había sido un diestro discreto (discretísimo más bien) con su vida privada saltaba a todas las portadas de las revistas del corazón en un salto cuántico que ríete tú de los viajes en el tiempo. Su amor también fue truncado por la fatalidad, Rocío Jurado falleció de un cáncer que nos robó una de las voces privilegiadas de nuestro panorama musical (si no se lo creen escúchenla, desacomplejándose las orejas, cantando ‘El fuego fatuo‘ en la banda sonora de ‘El amor brujo’ de Carlos Saura) y la tristeza por la pérdida de esta nos hizo perder, un poco, a Ortega Cano que se sumió en una de las pocas tristezas trágicas que podrían reconstruirse a través de los archivos de las televisiones nacionales. A nosotros lo de Rocío y José nos gustaba mucho por tremendamente castizo, por pasional y por su punto inesperado. Como esa gente que conoces en un viaje organizado y, un buen día, se te presenta en casa a comer y ya nunca se marchan.
Jesulín de Ubrique y Belén Esteban
Nuestro cuento de hadas favorito: el torero que se enamora de la chica de barrio. Fueron felices y comieron perdices hasta que un día Jesulín se despertó y se dio cuenta de que la calabaza seguía siendo calabaza. Cogió a su tigre Currupipi y se fue con María José Campanario, la chica que le cuidó en el hospital mientras se recuperaba de un accidente de tráfico. Belén sufrió durante mil y una noches y se convirtió por mérito propio en la princesa del pueblo y en el personaje más mediático de la historia de la televisión española, hasta tal punto que durante varios años la parrilla de Telecinco estuvo hecha a su medida. Si ella quisiera, podría ser la primera presidenta del Gobierno de España con el lema: “Andreíta, cómete el pollo”. Los días de gloria de Jesulín en las plazas hace tiempo que pasaron. Le imaginamos mirando por la ventana a los toros que pastan en su jardín mientras canta “toa, toa toa, te necesito toa como antes toa”, quizá pensando en Belén. Colorín colorado…el cuento todavía no ha acabado.
Jorge Berrocal y María José Galera
‘Gran Hermano’ llegó a España en el año 2000 y cambió por completo nuestros hábitos como telespectadores: había nacido oficialmente la telebasura. Nos convertimos en voyeurs de la mierda. Cuando éramos pequeños, espiábamos a nuestros vecinos con los prismáticos. Con ‘Gran Hermano’ eso ya no nos hacía falta porque ahora éramos espectadores de las miserias cotidianas de un grupo de gente convencional con los que nos podíamos sentir más o menos identificados. Además, teníamos el poder de decidir cada semana quién seguía en la casa y a quién expulsábamos. Jorge y María José fueron la primera pareja de la casa de Guadalix. Hubo otras en aquella edición y en las posteriores, pero ninguna nos marcó tanto como esta: su amor en directo duró diez días. Diez días de intensidad y dramas non stop. María José fue la primera expulsada del programa. Jorge dijo “no lloréis, joder, que nos vamos a casar”. Ella dijo que le esperaría. A las pocas semanas ya era portada de Interviu y se revelaba su turbio pasado como prostituta. Mientras tanto, Jorge se lamentaba y nos dejaba uno de los grandes hits de la televisión: “quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza”.
Chenoa y David Bisbal
Aprendimos con ‘Gran Hermano’ que todo dentro de “la casa” se magnifica, especialmente el amor, y esto no iba a ser menos en la Academia de ‘Operación Triunfo’. En poco tiempo pasamos de los realities con gente insultándose y peleando en prime time a los talent shows con gente insultándose y peleando mientras cantan y bailan. ‘Operación Triunfo’ nació con el objetivo de hacer cantantes como churros y de ganar Eurovisión. David y Chenoa se enamoraron entre ensayo y ensayo, como si viviesen en ‘Dirty Dancing’. Los dos salieron con contratos en grandes discográficas. Los dos fueron a Eurovisión a hacerle los coros a Rosa de España, pero David dejó a Chenoa porque el amor dura tres años. Chenoa jamas lo superó, o eso queremos creer nosotros porque todos hemos sido Chenoa alguna vez en la vida: la típica ex incapaz de superar la ruptura. Se grabaron a fuego en nuestra memoria las imágenes de Chenoa bajando la basura en chándal y llorando delante de los periodistas. En noviembre del año pasado se reencontraron coincidiendo con el 15º aniversario de ‘OT’. Máxima expectación. David y Chenoa suben al escenario y cantan un baladón que haría vomitar al mismísimo Julio Iglesias. Se abrazan. Y entonces…el público decide que Bisbal le hizo una cobra a Chenoa. Continuará…o no.
Víctor Sandoval y Nacho Polo
La pareja más tormentosa de la telebasura. El amor surgió al ritmo de Gloria Estefan cuando el famoso ex presentador vivía en Miami. ¿Qué hacía allí? Jamás lo sabremos. Todo terminó en un plató de Telecinco, donde deberían acabar siempre los grandes dramas de España. Este romance nos dejó vídeos delirantes dignos del peor John Waters, ataquitos de ansiedad en vivo y en directo varios intentos de suicidio y peleas por un gato tuerto. Se casaron. Se divorciaron. Nacho Polo reencontró el amor mientras Víctor paseaba su obsesión de plató en plató y celebraba el desamor con la canción ‘Nachopolízate’, donde canta cosas tan duras como esta:
“Falsedad y traición
una cruel mutilación
tú también puedes tener
visa oro como él
Guccis, Fendis y Vuitton
y también vestir de Dior
viaja en business in the world
on the beach and on the floor
are the same around the world
gasta todo sin control”.