Tiene gracia que Carlo Padial haya elegido como punto de partida de este falso documental titulado ‘Algo muy gordo’ la sinopsis de la primera película protagonizada por Adam Sandler: ‘Billy Madison’ (Tamra Davis, 1995). Porque esa es la película que Carlo Padial intenta rodar con Berto Romero de protagonista. Adam Sandler era el hijo de un ricachón que no tenía estudios y tenía que volver a la escuela y, en este caso, Berto Romero es un famoso guionista de televisión que tiene que volver a estudiar.
La gracia reside ahí: Carlo Padial, uno de los outsiders más interesantes de la cultura contemporánea, acepta dirigir una película comercial, con una estrella con la que parece que no tiene ninguna química para saltar los límites (también presupuestarios) del cine independiente. Es imposible, en este punto, no acordarse de la divertidísima ‘The Big Picture’ (Christopher Guest, 1989) y del título de culto del cine de los 90 ‘Vivir rodando’ (Ton DiCillo, 1995). Ambas también son películas sobre proyectos fallidos, sobre los problemas de gestionar el ego disparado de un reparto y las ansias de mandar de todo el mundo que se apoderan de los rodajes en los que el director pierde el control (o el interés) y lo complicado que resulta rodar una ópera prima con las garantías de independencia necesarias.
La obra de Carlo Padial se establece en un especial extrañamiento tanto desde la literatura (este mismo año ha publicado ‘’Doctor Portuondo. Mis días de psicoanálisis con un sabio desquiciado‘ como en sus colaboraciones con ‘Pioneros del Siglo XXI’ junto a Didac Alcaraz o en el cine con ‘Mi loco Erasmus’ en el que escarba mucho más allá de esa etiqueta de posthumor que, a día de hoy, a ciencia cierta no sabemos muy bien qué es.
‘Algo muy gordo’ es también una peli rara, un ejercicio de metacine al que asistimos, a veces, como espectadores de una gran parodia y, a veces, a un relato honesto sobre la pérdida de control artística, lo complicado que es pelearse contra el ego y, claro está, de lo difícil que es gestionar lo autoral y lo comercial. Mucho más teniendo en cuenta que Padial parece un artista obsesionado por dejar su impronta personal, su sello. Todo lo que lleva a cabo Padial, en este caso apoyado desde el guión por Berto Romero, parece dirigido a que digamos que estamos frente a una obra de Padial. No es mala cosa.
‘Algo muy gordo’ es una peli rara, un ejercicio de metacine al que asistimos, a veces, como espectadores de una gran parodia y, a veces, a un relato honesto sobre la pérdida de control artístico.
El personaje neurótico de Padial parece sobrevolar cada una de las tomas de la película frente a la personalidad de un Berto Romero que ejerce a la perfección el papel de estrella mediática que quiere también reivindicarse como un artista puro. El resultado es una lucha entre la pereza existencial del artista atrapado en su propio universo (Padial) que se enfrenta con disgusto a la lucha cotidiana de un rodaje cada vez más complicado y cuesta arriba que no acaba de satisfacerle y el de la voluntad de un currante de la comedia que se debe a un número enorme de seguidores cada día y que tiene más estómago para superar los desánimos del día a día y acaba echándose el proyecto a la espalda.
Mención aparte merecen los actores secundarios como Carolina Bang –que ejerce aquí en un papel de actriz despistada por el dislate-, el de Carlos Areces –como actor obsesionado por sus propias obsesiones-, el de Miguel Noguera –ejerciendo de némesis de Berto Romero- y, como no, el de un entrañable Javier Botet ante el que uno se descubre como un grandísimo actor de comedia que, curiosamente, debido a su físico suele ejercer de monstruo en grandes superproducciones.
El personaje neurótico de Padial parece sobrevolar cada una de las tomas de la película frente a la personalidad de un Berto Romero que ejerce a la perfección el papel de estrella mediática.
El resultado es una película extraña, no esperábamos menos de Carlo Padial, que dejará descolocado a más de uno aunque solo sea porque como ‘Dogville’ (2003) y ‘Manderlay’ (2005), ambas de Lars Von Trier, prescinde del escenario físico para centrarse en la historia.
Y este parece ser uno de los temas importantes de la película: el de la creación en la nada. El si es posible o no gustar (incluso trabajar) cuando no se tienen referentes visuales. Es decir, crear una historia que está en tu cabeza y trasladarla a un lugar, una pantalla virtual, un croma sobre el que todavía hay que dibujar los fondos y darle contexto a todo, donde el espectador se encuentra desasistido de nada que lo ponga en antedecentes o preferentes. En cierto modo esta es una de las etiquetas de Carlo Padial: ofrecernos material extraño que es divertido por mecanismos que no tienen que ver con las estructuras clásicas de la comedia y que obligan al espectador a ir un poco más allá, a dejarse llevar y a confiar en que lo que verán acabará, en algún momento, por divertirles.
‘Algo muy gordo’ es el penúltimo viaje hacia la comprensión de la neurosis de su director que ha roto como nadie la barrera entre lo real y lo ficticio para ofrecernos ese punto intermedio en que no sabes cuando empieza su relato y comienza el tuyo. Si ironía, sin un discurso dedicado a lo postmo, por eso decía un poco más arriba que es complicado que esto sea posthumor, la película es una invitación a disfrutar y a sacar tus propias conclusiones. Un ejercicio no apto para espectadores vagos.